De la biblioteca llegó cansada, con las manos negras y las pulgas encaramándose desde las piernas. La subida le dejó el corazón saliéndose por la boca. Sólo atinó a lanzarse sobre la cama cuando por fin abrió la puerta del departamento.
Estaba cansada y triste todavía. Y eso que estuvo todo el día ocupada en los diarios viejos del año 92. La congoja era más fuerte que la preocupación por avanzar rápido en esa tesis que la tenía estancada desde hace doce meses.
Eran las 19.30 cuando se quedó dormida sobre la cama. Desnuda y con la ventana abierta para que la brisa no dejara de acariciarla. La primavera había traído tardes calurosas en estas tierras con vista al mar.
Durmió hasta pasadas las diez y sólo se despertó por la música fuerte de unos vecinos que celebraban el triunfo de Chile en uno de esos partidos sobre valorados que tan feliz hacían a los hinchas. Margarita O no podía creer que había dormido tanto.
Trajo agua desde la cocina y se tendió sobre la cama. La esperaba una noche de insomnio y pensamientos negativos. Se sintió más sola que nunca y encendió la televisión. Daban Billy Elliot.
Las horas pasaban lentas y Margarita O. no dejaba de preguntarse en qué momento la vida se le fue al carajo. Si en verdad hubo un tiempo en el que fue tan feliz y tenía todo lo que siempre había deseado. ¿Cómo es que ahora está sola mirando t.v sin siquiera un plan?
En The Film Zone daban una de esas películas eróticas y la dejó. Era pasada la medianoche y pensó que quizás sería bueno masturbarse un rato e imaginarse que en algún lugar de la tierra existía alguien que en este minuto quería hacerla chillar.
Sin calzones, con el control remoto a un lado y las piernas bien abiertas, Margarita O. vio la historia de Jack, Virginia, Laura y Bryan; un cuarteto amoros donde abundaban las ricos, los autos lujosos y las falsas caras de placer.
Cuando se aburrió ya era tarde y todo estaba en silencio. Afuera las estrellas brillando y las nubes amenzando con robarse el sol que los turistas querían disfrutar. Margarita O cerró la ventana y vio a un sujeto que fumaba en el departamento del frente. Se miraron unos segundos y ella se apuró en cerrar las cortinas.
Preparó una leche tibia con cáscara de naranja y pénsó en que mañana sería otro día. Ojalá mucho más corto que éste.