10.18.2007

Softporn y leche para dormir.

De la biblioteca llegó cansada, con las manos negras y las pulgas encaramándose desde las piernas. La subida le dejó el corazón saliéndose por la boca. Sólo atinó a lanzarse sobre la cama cuando por fin abrió la puerta del departamento.
Estaba cansada y triste todavía. Y eso que estuvo todo el día ocupada en los diarios viejos del año 92. La congoja era más fuerte que la preocupación por avanzar rápido en esa tesis que la tenía estancada desde hace doce meses.
Eran las 19.30 cuando se quedó dormida sobre la cama. Desnuda y con la ventana abierta para que la brisa no dejara de acariciarla. La primavera había traído tardes calurosas en estas tierras con vista al mar.
Durmió hasta pasadas las diez y sólo se despertó por la música fuerte de unos vecinos que celebraban el triunfo de Chile en uno de esos partidos sobre valorados que tan feliz hacían a los hinchas. Margarita O no podía creer que había dormido tanto.
Trajo agua desde la cocina y se tendió sobre la cama. La esperaba una noche de insomnio y pensamientos negativos. Se sintió más sola que nunca y encendió la televisión. Daban Billy Elliot.

Las horas pasaban lentas y Margarita O. no dejaba de preguntarse en qué momento la vida se le fue al carajo. Si en verdad hubo un tiempo en el que fue tan feliz y tenía todo lo que siempre había deseado. ¿Cómo es que ahora está sola mirando t.v sin siquiera un plan?

En The Film Zone daban una de esas películas eróticas y la dejó. Era pasada la medianoche y pensó que quizás sería bueno masturbarse un rato e imaginarse que en algún lugar de la tierra existía alguien que en este minuto quería hacerla chillar.

Sin calzones, con el control remoto a un lado y las piernas bien abiertas, Margarita O. vio la historia de Jack, Virginia, Laura y Bryan; un cuarteto amoros donde abundaban las ricos, los autos lujosos y las falsas caras de placer.

Cuando se aburrió ya era tarde y todo estaba en silencio. Afuera las estrellas brillando y las nubes amenzando con robarse el sol que los turistas querían disfrutar. Margarita O cerró la ventana y vio a un sujeto que fumaba en el departamento del frente. Se miraron unos segundos y ella se apuró en cerrar las cortinas.

Preparó una leche tibia con cáscara de naranja y pénsó en que mañana sería otro día. Ojalá mucho más corto que éste.

10.15.2007

Margarita y las estrellas

El cielo estrellado y la luna creciente que hoy parece de plata. El viento está soplando fuerte y frío en el balcón del departamento de Margarita O. Lleva ahí más de veinte minutos. Se siente algo sola en este lunes y busca compañía en el paisaje que la rodea.

Desde la habitación se escapa "Crush", de los Smashing Pumpkins. Algo de nostalgia hay en el ambiente. Dulce y agraz es el sentimiento que la envuelve. Igual que ayer y antes de ayer, y todos estos últimos días.

Últimamente tiene pocas razones para sonreír y más de una lágrima ha escapado desde sus ojos. La tristeza es tan grande que Margarita O. ya no se siente fantástica ni irreal. Una sombra oscura la abrazó y se robó ese brillo que escapaba de sus labios.

Ahora, cuando la noche cae, le cuenta a las estrellas el porqué de su congoja. - Este dolor tiene nombre y apellido - dice y el firmamento eterno pone oído. Esta es una historia repetida.




10.04.2007

Día de compras.

Le pagaron tan poco que pensó que no valía la pena ahorrar. Después de todo, éste era el sueldo de ese domingo en el que trabajó aún cuando el pecho le sangraba. Metafóricamente hablando, claro. Porque Margarita O. no ha sido apuñalada. Al menos no por un delincuente.

Con los tres billetes guardados en el bolsillo derecho de su pantalón, comenzó a caminar. Irse de copas con los amigos estaba descartado. No andaba con ánimo de cerverzas ni fiesta. En los últimos días se había vuelto introvertida y silenciosa. Algo en ella estaba cambiando.

Decidió que iría a la feria de antiguedades en búsqueda de un objeto fantástico e irreal. Margarita O. caminó varias cuadras, pensando en lo que le gustaría encontrarse. Una armadura, un tocadiscos, o un sombrero de militar ruso. También le gustaría un perfumero, un collar de perlas o un libro con poemas de Rimbaud en francés.

Después de varias cuadras caminando bajo el sol de octubre, finalmente llegó a la feria de avenida Uruguay. Como siempre, los objetos estaban puestos sobre manteles ordenados, uno al lado del otro, a lo largo de la vereda. Libros, ropa, joyas, artesanía, vajilla; era tanta la oferta. Incluso podía comprar gomas para las llaves, desatornilladores y clavos.

Pero fue un lápiz dorado, con una pequeña rosa plateada, el objeto que finalmente llamó su atención. - ¿De qué año es?- preguntó y el sujeto del puesto le inventó una historia tan buena que decidió comprarlo. Claro que el lápiz no era de ningún ex Presidente de la República y de seguro que con él jamás se firmó un documento secreto para impedir una guerra con Argentina, pero por un relato como ese bien valía la pena gastar la mitad de uno de sus billetes.

- Pagar por una buena historia nunca es un derroche- pensó Margarita O. cuando tomaba el tren de regreso a Quillota, con un lápiz usado en sus manos.




10.02.2007

Margarita O.

Margarita O. tiene 24 años y toda una vida por delante. Eso le dice su mamá; ella no lo cree tan cierto.

Es baja, paliducha y de figura voluptuosa. Para algunos demasiado grande; perfecta para otros. Se tiñe el pelo rojo y sus ojos son del color de la miel. Eso sí, son pocos los que le roban una mirada.

Margarita O. baja un disco al día; lee un libro a la semana y se duerme viendo televisión. En las mañanas juega con su bajo, y en las tardes se dedica a escribir. La mayor parte del tiempo está soñando. Es una chiquilla demasiado soñadora.

A veces, Margarita O. siente que no cabe en sí tanta felicidad y entonces inventa/crea/sueña/delira mundos fantásticos e irreales donde se vuelve todopoderosa.

Lo malo, es que cuando no está perdida en estas tierras de ensueño, Margarita O. se siente un poco sola y añora esos días en los que no necesitaba soñar para sentirse feliz. Pero eso es otra historia.

Hoy,es distinto el comienzo de este cuento de Margarita O.

10.01.2007

Margarita Cero.

- Ahora si que todo parte desde cero - dijo Margarita O esa mañana.

El sol brillaba afuera. Era todo un día de primavera.