1.21.2008

cabritas

Margarita O. y Gabriel se juntaron en la plaza O'higgins, por la vereda que da Colón. Son las 18.54 de un caluroso lunes en Valparaíso y ninguno de los dos dice nada.
Ella se muere por preguntarle qué fue de él todo este tiempo y por qué un día decidió no quererla más. Pero calla. Tiene la mirada pegada en las ruedas de los autos que cruzan la calle y se rehúsa a levantar la vista para encarar a Gabriel.
Él también se traga palabras. Quiere decirle que es estúpido que estén ahí sin hacer nada, que mejor dejen de forzar las cosas y cada uno siga su camino sin mirar atrás. Eso quiere decir o al menos lo intenta. Gabriel jamás está seguro de nada. La incertidumbre lo acompaña siempre.
Pasan los minutos y después del "hola, cómo estás"no vino nada. Tampoco se miran, pero se tocan la mano. La derecha de ella, la izquierda de él. Se rozan tanto que sin darse cuenta las unen. Y sonríen.
Gabriel quiere decirle que la echa de menos; ella que todavía lo quiere. Pero callan. El par de tontos jura que la mano lo dice todo.