12.12.2007

y nadie dijo nada

Margarita O. va sentada junto a la ventana. La roñosa camioneta blanca la maneja un tal Pipe. Al medio, y más tieso que nunca, está Gabriel. El vehículo se encamina veloz por la avenida España rumbo a Valparaíso. El Pipe quiere terminar el servicio luego para irse a la graduación del kinder de su hija chica. Los otros dos, para ponerle fin la incómoda situación.
En la radio suenan unas baladas románticas que cantan de traiciones, noches solitarias y amor que duele. El soundtrack hace mucho más tenso el viaje. Pareciera que todas esas canciones fueron escritas para Margarita O. y Gabriel.
Después de tantos meses estuvieron frente a frente, fingiendo la mejor sonrisa mientras embalaban decenas de cajas donde se guardaba la nueva historia de ella. Pipe subía y bajaba por las escaleras del edificio, y ellos dos pretendían que no había pasado nada.
Gabriel le contó que había congelado la carrera y que últimamente estaba tocando guitarra mejor que nunca. Margarita O. le habló sobre su nuevo trabajo y sus intensiones de viajar al extranejero pronto. Todo como si nunca nadie hubiera llorado.
Pensaron que hablando dejarían de sentirse tensos e incómodos. Pero cuando las palabras se acabaron, no les quedó otra que mirarse y saber que ambos estaban sufriendo. Uno por herir y el otro por ser herido.
Ahora, cuando una mexicana de voz aguda canta sobre un maldito e injusto amor, Gabriel y Margarita O. guardan silencio. Ninguno sabe qué quiere decirle al otro.