11.03.2007

En el cementerio

Margarita O. llegó temprano al cementerio. Llevaba un ramo de rosas blancas, las preferidas de su abuela. Hace mucho tiempo que no visitaba un campo santo. Por lo general ese ambiente de silencio, solemnidad y nostalgia la deprimía. No así hoy. Ahora era lo que más necesitaba. Un poco de calma en medio de la efervescencia de la ciudad.
Se arrodilló junto a la tumba, mientras una bandada de gaviotas volaba sobre su cabeza en dirección al cielo. Era una mañana despejada que anunciaba una tarde calurosa y soleada en Valparaíso.
En el nicho donde yacen los restos de Ema Catalina, hay un epitafio a la memoria de quien fuera una esposa, madre y abuela ejemplar. Poetisa, profesora rural y amante incondicional, Margarita O. siente que todo lo que es se lo debe a esa mujer. - Me habría gustado poder conocerte más, abuela - pensó mientras acomodaba las primeras flores sobre uno de los gastados floreros.
Las rosas blancas se fusionaron con el mármol de la lápida. Margarita O. trató de imaginar cómo luciría el rostro de su abuela en vida al ver el ramo de flores en sus manos. Era demasiado niña cuando ella partió. Nunca alcanzó a llevárselas mientras su corazón aún latía y eso no dejaba de atormentarla. Sentía que esa abuela a la que poco conoció habría sido de gran ayuda para entenderse a ella misma.
-Perdona, ¿podrías decirme quién eres tú? - interrumpió una voz ronca. Margarita O. se volteó y vio a un joven de cabellera castaña y ojos miel.
-¿Qué?- exclamó asombrada. La pregunta le pareció toalmente impertinente para el momento -¿Qué te importa? -
-Perdón, perdón - contestó arrodillándose junto a ella - Me pareciste muy linda. Eso es todo. ¿Te estoy molestando? -
- No, no sé. Es que estoy acá rezándole a mi abuela y tú me preguntas que quién soy. Me frikió un poco. Eso es - dijo, ahora algo avergonzada. El joven le pareció atractivo, sobre todo por la intensidad de su mirada - Me llamo MargaritaO. ¿y tú? -
- Diego. Diego El Mago- susurró cerca de su oído, estremeciéndola.
- ¿Y qué hace Diego El Mago en el cementerio tan temprano? - preguntó, mientras se levantaba. Se puso muy nerviosa. Demasiado.
-Estaba buscando flores marchitas para revivir con mis dedos mágicos - dijo sonriendo -¿Te gustaría ir a tomar un jugo conmigo?-
Margarita O. sonrió y pensó que no le venía mal un jugo de frutas para continuar el día.