Estación Villa Alemana, 17.10 horas. Como de costumbre, el calor es sofocante en esta ciudad perdida entre Quillota y Valparaíso. Y eso que al menos hoy corre una brisa tibia que algo refresca.
Margarita O. y su bolso de lunares esperan el tren con destino a Limache. Tuvo que hacer un transbordo o mejor dicho, quiso hacerlo. A decir verdad, no quiere llegar a su casa y por eso busca pretextos para demorarse.
Sentada en el andén, Margarita O. escribe en un cuaderno los temas que le presentará mañana al editor en Santiago. Entre idea e idea se ha fumado diez cigarros y ya no le quedan uñas. Hace siglos que no se sentía tan nerviosa.
No se lo ha dicho a nadie, pero la llamaron de una revista santiaguina y le dijeron que quizás era lo que estaban buscando. Ahora Margarita O. tiene la presión de haber sido considerada y por más que piensa no logra encontrar una propuesta que cumpla con las expectativas del editor. Eso cree ella y la angustia crece con cada minuto.
- En verdad no soy ni la mitad de cool de lo que la gente cree- piensa algo triste cuando el tren al fin llega a por ella.